sábado, 15 de febrero de 2014

CARTA ABIERTA A LOS VENEZOLANOS

A todos los venezolanos

La cédula de identidad de los venezolanos no refleja nuestra filiación política, cada quien es libre de acoger la opción que en su momento le resulte atractiva. En tal sentido, no deberíamos ser tratados de modo diferente y mucho menos excluyente por quienes gobiernan.

Resulta entonces deplorable, que a pesar de las manifestaciones que se han apoderado de las calles venezolanas, algunos pretendan seguir desconociendo que existen mil voces y no una, que hay necesidades comunes y más puntos de encuentro que de desencuentro entre los venezolanos.

Quienes gobiernan no pueden hacerlo exitosamente mirando solo al espejo y escuchando lo que sus audífonos transmiten, el reflejo no basta y la música aislada no resulta suficiente. Gobernar implica establecer puentes, generar alianzas, reconocer al otro y entender que no es un enemigo sino un adversario del que se aprende, con el propósito de aplicar oportunidades de mejora en la ejecución de las tareas de gobierno.

Para gobernar y hacerlo bien, hay que salir de la caja de cristal, dejar a un lado audífonos y espejos y comenzar a apreciar, entender y valorar el complejo entorno que nos rodea, de lo contrario las respuestas no serán eficaces, carecerán de legitimidad, y con ello, lejos de disipar las grietas se fracturarán los soportes de la gobernabilidad.

Quienes aspiran gobernar deben internalizar que no pueden llegar al poder sin cooptar a su adversario y a quienes le siguen. Para ganar un juego no basta ser bueno, es preciso tener astucia, talento, perspicacia, visión de futuro y seguidores, pero no solo aquellos que están a nuestro alrededor. Hay que atraer, conectar y convencer a quienes nos adversan, pues ellos se convertirán en la balanza que genere el equilibrio, o coloquialmente hablando el cable que nos llevará a tierra cuando pretendamos creer que tenemos toda la verdad.

Así las cosas, la realidad sociopolítica venezolana exige más que protestas, manifestaciones con propuestas. Un plan con objetivos que sean posibles, lícitos y congruentes con las necesidades existentes. Debemos aplicar la fórmula demandas-insumo-proceso-producto.

Se deben establecer metas a corto, mediano y largo plazo con objetivos específicos que en la medida de su consecución nos sirvan para alimentar las expectativas generadas. No resulta suficiente afirmar: se necesita un objetivo y la definición de la estrategia, es ocasión de proponerla, porque quienes hasta hoy están en la calle son estudiantes, jóvenes que han decidido arriesgarse para encontrar un estimulo que les impulse a seguir para hacer de este, un gran país.

Sin embargo, nuestros jóvenes como estudiantes que son, aún deben aprender, la juventud que los acompaña les impulsa a actuar, pero aún se enfrentan a un choque inevitable, y este es, el existente entre la emocionalidad y la racionalidad. Comprender y manejar la primera se logra con el desarrollo de la madurez y el cúmulo de experiencias de vida, en tanto que, la segunda, se nutre y fomenta con el aprendizaje constante. Por ello, invito a no dejarlos solos y esperar a que sin ayuda encuentren la respuesta, puesto que, esta sin propuesta se disipará en el camino y lejos de ganar completo, que en parte ya lo han hecho, serán juzgados por la historia.

Dicho de otro modo, los estudiantes aún requieren aprender el procedimiento para aplicar la fórmula y resolver el problema, no basta la utilización de una calculadora, pues si bien es cierto que las matemáticas y estadísticas le sirven a la política, los resultados de esta última no son exactos como los de las dos primeras. En el ámbito de la política no hay aparato tecnológico que brinde una respuesta rápida, encontrarla implica un análisis profundo de los escenarios y la descripción de los roles de cada actor, los obstáculos y los recursos presentes en el entorno.

No obstante a lo planteado, expreso mi reconocimiento a quienes con base en sus ideales han dado la cara por este país, a quienes nos han enseñado una vez más que lo mejor de aprender es no tener miedo a equivocarse y que, el aprendizaje para ser significativo implica contacto con la realidad y la ejecución de acciones que nos hagan no solo aprender sino también aprehender los contenidos, y que un buen método siempre será el aprender-haciendo.

Ustedes jóvenes venezolanos, han manifestado su necesidad, una que es colectiva, todos tenemos elementos para exigir que la situación actual mejore y que regresemos a las vías que conducen al desarrollo. Ya ha sido suficiente el tiempo que hemos estado, varados en la terminal esperando el llamado de abordar para que el vuelo despegue.

Ahora bien, es justo y necesario que les ayudemos a encontrar las respuestas en el marco del deber ser, la sindéresis, congruencia y prudencia, sin que ello signifique arrodillarse frente a quienes han actuado de forma irracional contra los que se atrevieron a pensar distinto.

En este sentido, es válido el momento para reprochar la violencia, venga de donde venga, la misma resulta inaceptable, los conflictos no se resuelven generando incandescencia. La paz no es una palabra para adornar discursos, sino un estadio ideal que parte del respeto de los derechos humanos y se cimienta en el diálogo genuino, la tolerancia activa, el aprecio a la diversidad y el respeto a la dignidad humana.

La Venezuela de hoy nos exige el reconocimiento a todos los actores del juego, comenzar su reconstrucción parte de la capacidad que tengamos para entender que de uno y otro lado se ha fallado, pero que aún es posible alcanzar la meta. Se hace preciso asumir responsabilidades y comenzar a trabajar en soluciones que beneficien a todos y no a una de las partes. Esto requiere una gran humildad y sapiencia, pues no se debe olvidar que son pocos los hombres a quienes se les hace fácil aceptar la culpa de sus errores, y solo quienes las aceptan llegan a ser grandes. Aquí requerimos grandes hombres que dejen huella. No basta tener hombres inteligentes, se requieren hombres sabios.

Para finalizar, no quiero quedarme en una simple reflexión, sino pasar a la acción y presentar una propuesta basada en la ciencia política, y dejo claro que el fundamento de ella no es algo nuevo, pero si inaplicado hasta el presente en esta tierra. ¿En qué consiste?, en un gobierno heterárquico (autoorganización) que  promueva la generación de gobernanza (trabajo coordinado entre el sector público, el privado y la sociedad civil). Aquél en el cual, según enseña Robert Jessop, se requiere la negociación, respeto entre los actores y trabajo coordinado y armónico para conectar los resultados con las necesidades de cambio social, es decir, para hacer que las respuestas satisfagan las interrogantes, lo que hace imprescindible la aplicación de una racionalidad reflexiva. Y sí, esto implica razonar, por ello tenemos que sobreponernos a las emociones y pensar en los objetivos. Se construye sumando, no restando.

Es indispensable generar una coherencia relativa de los objetivos, que se combine la institucionalidad con la estrategia. A ello podríamos añadir, la necesidad de establecer un Estado en Red, como lo señala Castells, un Estado en el que, las identidades singulares adquieren un rol protagónico, como en efecto lo han venido haciendo, y eso hay que reconocerlo y aplaudirlo, así como también que aún faltan kilómetros en esa vía, pues resulta inviable pretender desconocer a quienes han adquirido nombre, callar nuevamente a quienes por tiempo estuvieron en silencio y hoy tienen voz. Ahora, la pregunta que surge es ¿Cómo hacerlo? Ante ella, me permito proponer:

1.       Reconocer en ambos sectores a aquellos que piensan diferente,
2.       Establecer y definir puntos de encuentro entre los actores,
3.       Eliminar el lenguaje de odio de los discursos, puesto que el mensaje implícito lejos de promover, aleja el entendimiento,
4.       Promover el respeto a la dignidad humana,
5.       Restablecer los valores ciudadanos, reeducando a la gente y enseñándole que tiene derechos, pero que con ellos vienen deberes y que la relación entre tales resulta indisoluble frente a intereses particulares,
6.       Edificar la pirámide de valores superiores y aspiracionales de la nación,
7.       Reconstruir las bases para la materialización del Estado de Derecho,
8.       Promover la competitividad, productividad, creatividad e innovación. Restablecer el libre mercado y generar el desarrollo mediante el impulso de la iniciativa privada, creando y fortaleciendo lazos entre el gobierno y  el sector privado,
9.       Generar un código de ética y de conducta de alcance nacional mediante los cuales se promueva la reunificación de los venezolanos y se sienten las bases necesarias para que nuestra Constitución como máximo pacto jurídico-político-social de la República recobre su vigencia, y
10.   Adoptar un acuerdo de gestión que promueva la gobernabilidad y fije las bases para la gobernanza. En este se deben incluir indicadores que nos permitan evaluar el trabajo efectuado y con base a los resultados aplicar los correctivos necesarios para garantizar el desarrollo, mediante la distribución equitativa de la riqueza y el ofrecimiento de oportunidades para todos.

Lo planteado es sólo una propuesta, mi contribución para un país que me niego a aceptar su destrucción, cuando la conciencia y racionalidad me indican que aún existe la posibilidad de su recuperación, para lo cual resulta fundamental, dejar a un lado los particularismos y egoísmos singulares y entender que, venezolanos somos todos.

En Maracaibo a los 15 días del mes de febrero de 2014. 1:15pm.


Humberto De J. Ortiz R.

Se adhiere en calidad de respaldo: Ricardo E. Rubio F.